El día de los enamorados cobra mayor importancia cada año y, por lo tanto, cuesta más sorprender a esa persona especial con un detalle, un recuerdo imborrable que ponga de manifiesto cuán importante es para ellos. El Grupo RV Edipress propone una serie de destinos en los que perderse en una escapada de uno, dos o más días para que San Valentín sea algo más que una fecha para regalar unos bombones y unas rosas… ¡Regalar experiencias únicas!
El amor se encuentra paseando por Llerena. Un recorrido por las calles de esta coqueta localidad pacense, sintiendo el embrujo y el encanto de cada piedra, de cada rincón… Llerena se saborea en cada plato de su gastronomía tradicional. Llerena se respira profundamente gracias a cualquiera de sus rutas senderistas, como la Ruta del Rey Jayón. Y, sobre todo, Llerena se admira y uno se enamora de ella conociendo cada secreto oculto en sus calles, templos y edificios históricos.
Para enamorarse, nada mejor que un destino ‘romántico’. Sin salir de la provincia de Badajoz, Almendralejo aguarda para ser descubierto de forma sosegada y tranquila. No solo se puede vivir una visita única realizando enoturismo y maravillándose con sus mejores bodegas. Almendralejo tiene un gran conjunto patrimonial e histórico. En sus calles se puede percibir esa esencia romántica. No por nada, esta ciudad es la cuna de dos grandes figuras del Romanticismo español, como José de Espronceda y Carolina Coronado.
Vivir un flechazo ‘a la ferrolana’. Quien visita Ferrol, siempre repite y no es para menos. Esta localidad coruñesa aúna todo lo que puede resultar atractivo para un visitante: cultura, vanguardia, tradición, historia, gastronomía, naturaleza… Un atardecer de película en cualquiera de sus playas; un romántico paseo por su barrio modernista o una velada para dos en cualquiera de sus restaurantes, son elementos indispensables en una escapada inolvidable.
Sentimientos a flor de piel en una Ría de cuento. Muros Noia es uno de esos lugares que toda pareja debería conocer para volver a creer en el amor. Ver un amanecer desde el mirador del Monte Enxa; recorrer la ruta de las papeleras; la Noia medieval; o sentirse abrumado por la espectacular vista del Castro de Baroña, son algunas de las experiencias que disfrutar con la persona querida en este rincón de Galicia.
Rioja Alavesa, un destino irresistible. Esta pequeña comarca situada al sur de la provincia de Álava es un escaparate excelente de todo lo que funciona en una escapada romántica: viñedos singulares, alojamientos con encanto, clima que invita a pasear para no perder ni un detalle de la historia, cultura y tradición de un territorio ‘W.I.P’ (Wine Important Person). En este sentido, la Ruta del Vino de Rioja Alavesa ofrece una amplísima selección de planes espectaculares que llegan a todo tipo de públicos deseosos de vivir una experiencia cautivadora.
Para reavivar la llama, Aranda de Duero. Castilla y León da para llenar páginas y páginas de un libro de viajes majestuoso, y Aranda de Duero merece, sin duda, un capítulo aparte. Esta villa, que creció y se consolidó en torno al río del que toma su nombre, ha cautivado a millares de viajeros que, solos o en pareja, cayeron prendados de su ‘algo’ especial. Puede que fueran sus calles rebosantes de historia; ese río Duero que regala postales de ensueño; sus bodegas subterráneas, tesoro y orgullo de los arandinos; o quizás su gastronomía, basada en productos de la tierra, como un lechazo asado espectacular.
Menorca es imposible de olvidar. Quien viaja a esta isla por primera vez, sabe en lo más profundo de su ser que regresará en más de una ocasión. Por sus ocho municipios, cada uno de ellos único y singular. Por sus playas bañadas por el Mediterráneo, donde el tiempo transcurre a otro ritmo y donde es fácil abandonarse a la belleza y al hipnótico vaivén de las olas. Por sus rutas y senderos que llevan al viajero a conocer rincones plagados de sorpresas. Por su patrimonio histórico, reflejado en su legado ‘talayótico’. Menorca hace que los sentimientos más puros afloren en cuanto se ponen los pies en ella.
Caer prendado de un tesoro azul Formentera. La pequeña de las Pitiusas engaña con sus dimensiones. Se necesita tiempo y calma para recorrerla, ya que a cada paso hay una nueva sorpresa, un rincón para detenerse y soñar despierto. Todo el que ha ido a ver una puesta de sol al faro de La Mola o al de Barbaria ha sentido cosquillas en el estómago. El ritmo de vida slow de la isla es contagioso y una excusa perfecta para pasarlo en pareja recorriendo calas, pueblos y rutas, disfrutando de una gastronomía donde la armonía de ingredientes locales se mezcla en un festín de colores y aromas.