Solamente uno de los miembros del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) se opuso a la decisión de bajar los tipos de interés en la última reunión de la entidad, aunque durante las discusiones mantenidas fueron varios los consejeros que expresaron sus dudas respecto del proceso de desinflación en curso de cara a alcanzar la meta del 2% para 2025 y sobre que un recorte de tipos en junio se ajustase al principio de dependencia de los datos.
De este modo, el resumen de la reunión mantenida por el órgano rector del BCE los días 4 y 5 de junio confirman la existencia de una postura disidente dentro del Consejo de Gobierno a la hora de bajar los tipos de interés, decisión finalmente adoptada, pero dejan entrever un debate mucho más intenso al respecto y sobre la senda futura a adoptar.
En este sentido, el documento publicado este jueves da cuenta de que «se mantuvo una opinión disidente», que defendió que los datos recibidos y los riesgos al alza para la inflación no respaldaban el argumento a favor de un recorte de tasas.
Además, este consejero advirtió de que una desvinculación de la trayectoria de las tasas de interés estadounidenses conllevaría también el riesgo de aumentar las presiones inflacionarias a través de los efectos del tipo de cambio.
A pesar de que finalmente sólo un miembro del Consejo no apoyó la bajada de 25 puntos básicos acordada, el resumen de la reunión constata que, en el debate sobre la política monetaria del BCE, «algunos miembros consideraron que los datos disponibles desde la última reunión no habían aumentado su confianza en que la inflación convergería al objetivo del 2% para 2025», sino que apuntaban a una mayor incertidumbre en las perspectivas.
Para estos miembros, incluso si la tendencia general a la desinflación se mantuviera intacta en el panorama más amplio, el punto de comparación relevante era con los datos del momento de la última reunión de política monetaria, dado que, en la reunión de abril, se mantuvieron los tipos sin cambios porque no había suficiente confianza en que la inflación regresaría de manera sostenible al objetivo del 2% en el momento oportuno.
Sin embargo, argumentaron que, desde entonces, el crecimiento de los salarios había sorprendido al alza y la inflación parecía ser más rígida, principalmente debido a la inflación de los servicios, mientras que el ritmo de la desinflación interna «se había sobreestimado en el período reciente» y el crecimiento de los salarios también se había fortalecido.
Además, en la reunión de junio las proyecciones del personal técnico para la inflación general y subyacente para 2024 y 2025 se habían revisado al alza en comparación con las proyecciones de marzo, mientras que el retorno previsto de la inflación general al objetivo del 2% se había pospuesto hasta el último trimestre de 2025, después de un período ya prolongado de inflación elevada.
Por lo tanto, estos miembros advirtieron de que «cualquier retraso adicional en volver a alcanzar la meta de inflación podría hacer más difícil seguir anclando las expectativas de inflación en el futuro» y en conjunto sugiere que la última fase de la desinflación era la más difícil.
En conjunto, el BCE da cuenta de que estas consideraciones sugirieron que «recortar las tasas de interés no estaba completamente en línea con el principio de dependencia de los datos», y que había motivos para mantener las tasas de interés sin cambios en la reunión actual, aunque finalmente se expresó la voluntad de apoyar la propuesta del economista jefe, Philip Lane, de bajar los tipos de interés en 25 puntos básicos, «a pesar de las reservas formuladas».