El astronauta español Pablo Álvarez ha realizado este jueves su primera visita oficial a León desde que fue seleccionado para formar parte del programa de adiestramiento de la Agencia Espacial Europea (ESA) y ha agradecido a la Universidad de León (ULE), centro en el que estudió el grado de Ingeniería Aeronáutica, la formación «de primerísimo nivel» recibida.
El primer astronauta español tras Pedro Duque ha asegurado que no cree que sea «casualidad» que tanto él, como su compañera Sara Fernández hayan salido de una institución académica leonesa que les dió «los mimbres» para llegar «hasta aquí».
Acompañado por la rectora de la ULE, Nuria González, y por el decano de la Escuela de Ingenierías Industrial, Informática y Aeroespacial, Joaquín Barreiro, Álvarez ha visitado las instalaciones del Módulo de Investigación Cibernética (MIC) de la Universidad, así como la que fue su facultad, para posteriormente, protagonizar un encuentro con alumnos en el salón de actos de la Escuela de Ingenierías.
El científico leonés ha confesado que, tras pasar seis meses en Estados Unidos completando su formación para poder participar en una misión espacial, este es «el período más largo» que ha pasado sin regresar a su ciudad natal, por lo que ha calificado el hecho de volver y ser reconocido como «una alegría».
En la misma línea, ha manifestado que León «siempre» ha sido «un refugio» ya que es la ciudad donde ha vivido más años de su vida y en la que viven su familia y amigos. En relación al proceso vivido en los últimos dos años, el astronauta ha admitido que ve «cambios» en su manera de desenvolverse en la ciudad debidos a que ahora es un personaje conocido, pero ha señalado que los mismos han sido «para bien».
El titular de la promoción 2022 de la ESA ha reconocido que llegar a ser astronauta «no era una opción realista de carrera» y que por este motivo «nunca» se le pasó por la cabeza que iba a acabar llegando a serlo. «Somos unos 100 en todo el mundo y en España solo habíamos tenido a Pedro Duque», ha razonado.
FORMACIÓN
Sobre el curso básico de EVA (Actividades Extravehiculares) que ha realizado en Houston (EE.UU.) el ingeniero aeronáutico leones de 36 años ha explicado que la formación ha tratado de la Estación Espacial Internacional (ISS), de emergencias, del día a día en el espacio o aprender a manejar el traje para poder pasear.
La parte «más complicada» de este adiestramiento, según ha revelado el propio Álvarez, han sido los entrenamientos en una de las piscinas más grandes del mundo en cuanto a volumen que con jornadas «duras tanto física como mentalmente» que incluyen ejercicios de reparación, emergencias con asistencia a compañeros o instalación de componentes.
El astronauta ha comparado el traje espacial con «una nave con forma humana» y ha explicado que cuenta con siete capas de distintos materiales y que va «presurizado» por lo que cualquier movimiento se hace «muy difícil» , sobre todo en las manos y en los brazos, articulaciones importantes para el desplazamiento sin gravedad ya que «los pies casi no se usan».
«Son trajes muy eficientes diseñados para poder sobrevivir en el vacío del espacio a temperaturas extremas y a la radiación pero no están diseñados para ser cómodos porque son muy pesados y muy funcionales y es normal acabar con maratones y desde luego, agujetas», ha descrito.
Además ha subrayado la necesidad de una preparación a nivel psicológico ya que estar encerrado en un entorno «tan pequeño» y «sin mucha intimidad» con la «presión» de tener que hacer tu trabajo de cada día y «se espera que seas capaz de rendir a pesar del aislamiento y las condiciones».
En este sentido ha asegurado que, «cuando eres consciente de los riesgos que tomas», en relación a la peligrosidad de la labor espacial, es «normal» que exista el miedo.
Aún así ha defendido el aprovechamiento de ese miedo para «formarse y estar lo más preparado posible» con el objetivo de minimizar los riesgos y ha puesto en valor el trabajo del equipo «enorme» de personas que trabajan en el diseño de las naves o en la planificación de las misiones.
FUTURA PREPARACIÓN Y MISIONES
Pablo Álvarez ha anunciado que durante el próximo año recibirá una formación sobre el uso del brazo robótico de la Estación Espacial Internacional en Canadá con el objetivo de conocer las funciones de control de misión. Las sesiones que recibirá en el país norteamericano también incluirán lecciones en pilotaje de aviones.
El astronauta ha situado el horizonte de su preparación en 2030, que es el año limite que la ESA ha fijado dentro de su plan para la realización de alguna misión tripulada de larga duración –seis meses– para la actual promoción. En este punto, ha reconocido que se encuentra «esperando» y «con muchas ganas», ya que las opciones pasan por el año 2027, 2028 o 2029.
Al ser preguntado sobre qué objetos incluirá dentro del cupo de efectos personales que la ESA permite para viajar al espacio, el científico leonés ha recordado su compromiso de portar un pin de la Universidad de León. Además ha asegurado que llevará efectos «que pueda devolver» de amigos y familiares para «compartir» la experiencia «con todo el mundo».
También se ha referido a las posibles vocaciones que puede inculcar en los niños y ha abogado por «inspirarles a estudiar y a elegir una carrera científica» ya que «son los trabajos que más vamos a necesitar en el futuro» y a su juicio, «los mejores» porque «cada día aprendes algo nuevo, hecho que ha calificado de «apasionante».
En este sentido, ha recomendado a los estudiantes estudiar idiomas, formación que ha catalogado como «enriquecedora» ya que «cambia tu punto de vista» y constituye una herramienta para poder formarte en otras universidades europeas. Paralelamente ha aconsejado a los mismos participar en el programa Erasmus, experiencia que personalmente le cambió «muchísimo» al compartir su vida con gente de otros países y abrir su mente a «un montón de culturas distintas».
Para finalizar, ha defendido que «no merece la pena invertir el tiempo» en discutir con aquellos que creen en teorías anticientíficas o conspirativas y ha argumentado que estas personas tienen «un sesgo muy grande» y se emplean en explicar las cosas de una forma «absurda y acientífica» sin dedicar «ni un 10 por ciento» en entender los procesos científicos que son «mucho más apasionantes e interesantes».