La Cámara de Representantes de Estados Unidos elegirá este martes a su nuevo presidente, dando así inicio a una nueva legislatura parlamentaria, el 118º Congreso, que abarcará hasta el 3 de enero de 2025, cuando Joe Biden vivirá sus últimos días como presidente del país en caso de que no revalide el cargo en las elecciones de noviembre de 2024.
El cargo de presidente de la Cámara de Representantes es uno de los más destacados en la política estadounidense, no solo por su figura representativa a nivel internacional –como se pudo comprobar en el viaje de jefa saliente de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, a Taiwán–, sino también por su elevada posición en la jerarquía nacional.
De acuerdo con la Constitución estadounidense y la Ley de Sucesión Presidencial de 1947, el presidente de la Cámara de Representantes ocupa el segundo puesto en la línea de sucesión presidencial –tan solo por detrás del vicepresidente, en este caso Kamala Harris– en caso de que el mandatario en ejercicio quedase incapacitado, falleciera, renunciara o fuera destituido tras un ‘impeachment’.
El ‘número tres’ de la línea sucesoria lo ocupa el presidente ‘pro tempore’ del Senado, seguido del secretario de Estado, el secretario del Tesoro, el secretario de Defensa, el fiscal general y otros miembros de la Administración, siendo el secretario de Seguridad Nacional el último en el escalafón.
La figura del presidente de la Cámara de Representantes también puede ser nombrado como ‘sucesor designado’, un rol desempeñado por un miembro de la línea de sucesión presidencial y que, en caso de que el inquilino de la Casa Blanca y su Gabinete se reúnan en el mismo espacio físico, se ofrece a desplazarse a un lugar alejado, seguro y confidencial.
Normalmente el discurso del Estado de la Unión y las inauguraciones presidenciales son los principales eventos para los que se nombra un ‘sucesor designado’. Con este mecanismo, Estados Unidos se asegura de que, en caso de una desgracia de magnitud, haya un miembro de la línea sucesoria que pueda tomar las riendas del país.
Sin embargo, desde 1981 no hay registros de que ningún presidente de la Cámara de Representantes haya sido nombrado como ‘sucesor designado’, siendo más habitual que los encargados de este rol sean individuos que ocupen un puesto más bajo en la línea de sucesión.
La cámara baja estadounidense elige por tanto este martes a una figura nada desdeñable para su estructura administrativa y política, tanto en asuntos internos como externos. La presidenta saliente Pelosi ha sido claro ejemplo de ello al destacar su figura en ambos terrenos.
En el panorama nacional, Pelosi ha sido una de las primeras figuras políticas en exigir una investigación parlamentaria para aclarar lo ocurrido durante el 6 de enero de 2021, cuando una turba de seguidores del expresidente estadounidense Donald Trump trató de irrumpir en el Capitolio para frenar la ratificación de votos en favor del electo Joe Biden.
En aquella ignominiosa jornada para la democracia estadounidense, Pelosi y el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, trataron de frenar el asalto desde dentro y, durante casi cuatro horas de tensión, alertaron del peligro que aquella situación acarreaba para la seguridad personal de funcionarios y empleados del edificio.
A nivel internacional, la figura del presidente de la Cámara de Representantes es respetada allá a donde vaya, si bien es cierto puede ser enviada a destinos polémicos a los que el inquilino de la Casa Blanca prefiera no aventurarse a acudir. Un ejemplo de esto puede ser la polémica visita de Pelosi a Taiwán en septiembre de 2022, aunque en este caso el Gobierno se desmarcó del viaje.
La Cámara de Representantes, actualmente conformada por 222 republicanos, 212 demócratas y un puesto vacante. Los republicanos recuperaron el control de la cámara baja tras las elecciones de medio mandato del pasado 8 de noviembre en las que, sin embargo, no lograron el control del Senado a pesar de las encuestas que así lo perfilaban.
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