News24Horas

Los peces salvajes reconocen humanos individualmente

Por Redacción

Los peces que viven en la naturaleza son capaces de discriminar entre humanos con los que se encuentran bajo el agua basándose en señales visuales externas, según concluye una serie de experimentos.

Durante años, los buceadores científicos de una estación de investigación en el mar Mediterráneo tuvieron un problema: en algún momento de cada temporada de campo, los peces locales los seguían y robaban comida destinada a ser recompensas experimentales. Curiosamente, estos peces salvajes parecían reconocer al buceador específico que había llevado comida anteriormente, y optaban por seguirlo solo e ignorar a otros buceadores.

Para averiguar si eso era cierto, un equipo del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal en Alemania realizó una serie de experimentos mientras usaban una variedad de equipos de buceo.

Los experimentos se diseñaron para responder a una pregunta que nunca antes se había hecho a los peces salvajes: ¿son capaces de distinguir a las personas? En general, existen pocas pruebas científicas que demuestren que los peces pueden reconocer a los humanos. Una especie criada en cautividad, el pez arquero, fue capaz de reconocer imágenes generadas por computadora de rostros humanos en experimentos de laboratorio. «Pero nadie se ha preguntado nunca si los peces salvajes tienen la capacidad, o incluso la motivación, para reconocernos cuando entramos en su mundo submarino», dice en un comunicado Maëlan Tomasek, estudiante de doctorado en el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y la Universidad de Clermont Auvergne, Francia.

En la investigación se comprobó que los peces no sólo reconocen humanos individualmente, sino que siguen a buceadores específicos que saben que los recompensarán. Este hallazgo da crédito a la posibilidad de que los peces puedan tener relaciones diferenciadas con humanos específicos.

CONDICIONES DEL EXPERIMENTO

El equipo de investigación llevó a cabo el estudio a ocho metros bajo el agua en un sitio de investigación en el mar Mediterráneo donde las poblaciones de peces salvajes se han acostumbrado a la presencia de los científicos. Sus experimentos se llevaron a cabo en aguas abiertas y los peces participaron en las pruebas como «voluntarios que podían ir y venir cuando quisieran», explica Katinka Soller, estudiante de licenciatura del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y coautora principal del estudio junto con Tomasek.

La primera fase experimental, el entrenamiento, probó si los peces podían aprender a seguir a un buceador individual. La buceadora, Soller, comenzó tratando de atraer la atención de los peces locales; vestía un chaleco rojo brillante y alimentaba a los peces mientras nadaba una distancia de 50 metros. Con el tiempo, Soller eliminó las señales llamativas hasta que se puso un equipo de buceo sencillo, mantuvo la comida oculta y alimentó a los peces solo después de que la hubieran seguido los 50 metros completos.

De las docenas de especies de peces que habitan la estación marina, dos especies de besugos en particular participaron voluntariamente en las sesiones de entrenamiento. Los besugos son más conocidos por nosotros como peces que compramos para comer, sin embargo, sorprendieron a los científicos por su curiosidad y voluntad de aprender. «Una vez que entré al agua, fue cuestión de segundos antes de que los viera nadar hacia mí, aparentemente saliendo de la nada», dice Soller. No solo los besugos estaban aprendiendo a seguirla, sino que los mismos individuos aparecían día tras día para unirse a las lecciones. Soller incluso se dedicó a ponerles nombres: «Estaba Bernie con dos escamas plateadas brillantes en la espalda y Alfie que tenía un mordisco en la aleta caudal», dice.

Después de 12 días de entrenamiento, aproximadamente 20 peces seguían a Soller de manera confiable en los nados de entrenamiento y ella podía reconocer a varios de ellos por sus rasgos físicos. Al identificar a los peces individuales que participaban en el experimento, se preparó el terreno para la siguiente fase experimental: probar si estos mismos peces podían distinguir a Soller de otro buceador.

Esta vez, Soller buceó con Tomasek, cuyo equipo de buceo era ligeramente diferente al de ella, en particular en algunas partes coloridas del traje de neopreno y las aletas. Ambos buceadores comenzaron en el mismo punto y luego nadaron en direcciones diferentes. El primer día, los peces siguieron a ambos buceadores por igual. «Se podía ver que luchaban por decidir a quién perseguir», dice Soller.

Pero Tomasek nunca alimentó a los peces que lo seguían, por lo que a partir del segundo día, el número de peces que seguían a Soller aumentó significativamente. Para confirmar que los peces estaban aprendiendo a reconocer al buceador correcto, los investigadores se centraron en seis peces del grupo grande para estudiarlos individualmente, y descubrieron que cuatro de ellos mostraron fuertes curvas de aprendizaje positivas a lo largo del experimento. «Este es un resultado interesante porque demuestra que los peces no seguían a Katinka simplemente por costumbre o porque había otros peces allí», dice Tomasek. «Eran conscientes de ambos buceadores, probando a cada uno y aprendiendo que Katinka producía la recompensa al final del nado».

Pero cuando Soller y Tomasek repitieron las pruebas, esta vez con el mismo equipo de buceo, los peces no fueron capaces de distinguirlos. Para los científicos, esto era una prueba contundente de que los peces habían asociado las diferencias en el equipo de buceo, probablemente los colores, con cada buceador. «Casi todos los peces tienen visión de color, por lo que no es sorprendente que el besugo aprendiera a asociar al buceador correcto basándose en manchas de color en el cuerpo», afirma Tomasek.

ÚLTIMA HORA

Protagonistas