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El renacer de las escuelas rurales: cuando cinco niños bastan para cambiar un pueblo

Por Redacción

A las ocho y media de la mañana, la furgoneta escolar recorre una carretera estrecha entre campos de girasoles y encinas centenarias. No hay coches. No hay ruido. Solo los trinos de las aves y el traqueteo del motor viejo que lleva a cinco niños a clase. Son los únicos alumnos de la escuela rural reabierta hace apenas seis meses en este pequeño municipio de 42 habitantes. Y su presencia ha reconfigurado no solo la vida del pueblo, sino también la percepción de su futuro.

Un aula contra el olvido

La escuela de San Martín de Lózar estuvo cerrada durante 19 años. Fue una de las más de 1.500 que echaron el candado en Castilla y León entre los años 80 y 2010. Su reapertura no fue producto del azar, sino del empeño de un grupo de jóvenes familias que decidieron regresar —o instalarse por primera vez— en este entorno rural, buscando una vida distinta.

María y César, una pareja de treintañeros que dejaron Madrid durante la pandemia, lideraron la iniciativa. “Queríamos que nuestros hijos crecieran entre naturaleza, sin prisas, con una infancia de verdad”, explica María, hoy presidenta de la Asociación de Madres y Padres del Valle del Negro.

Educación con raíces

Lo que parecía una locura burocrática se transformó en proyecto piloto. La Consejería de Educación accedió a reabrir la escuela bajo un modelo flexible: una única aula multigrado, un profesor tutor y acceso digital a contenidos de otras etapas. El éxito ha superado las expectativas.

“Los niños aprenden juntos, juegan juntos y no sienten esa ansiedad competitiva de los centros urbanos. Aquí son parte de una comunidad, desde el primer día”, explica Pedro, el maestro asignado. Él mismo es oriundo de la zona, hijo de pastores trashumantes. Volvió para enseñar donde un día aprendió a leer.

El efecto multiplicador

Con la escuela abierta, llegaron otras cosas: una pequeña tienda de abastos que había cerrado reabrió con nueva gestión; un médico rural comenzó a visitar el consultorio una vez por semana; incluso se recuperó la biblioteca local, cerrada desde 2009. La plaza del pueblo, que hasta hace poco estaba desierta al atardecer, vuelve a tener voces de niños en bicicleta y familias que meriendan bajo los tilos.

El ayuntamiento, de apenas dos concejales, ha recibido el respaldo de fondos europeos y ha propuesto la cesión gratuita de viviendas municipales a nuevos residentes con hijos en edad escolar.

Una política con impacto

Aunque la iniciativa de San Martín es local, encaja dentro de una tendencia más amplia. El Gobierno central, en coordinación con varias comunidades autónomas, está destinando partidas específicas del Plan de Transformación y Resiliencia para recuperar servicios públicos rurales esenciales. La reapertura de escuelas es uno de los indicadores más valorados, no solo por su simbolismo, sino por su capacidad de generar repoblación efectiva.

Según datos del Ministerio de Transición Territorial, una escuela rural reabierta genera, de media, un aumento del 12% en el padrón municipal en tres años.

Un mensaje al país

“No pedimos grandes centros comerciales ni AVE ni fibra a mil megas. Pedimos vida. Y eso empieza por oír la campana del colegio otra vez”, dice César, mientras observa a su hijo Leo jugar con otros cuatro niños en el recreo improvisado junto al campo de fútbol.

San Martín de Lózar no es aún un ejemplo de repoblación masiva, pero sí una semilla. Allí donde hay una escuela rural con niños, hay comunidad, hay futuro, hay país.

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