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El ‘adiós’ de Sabina a Gijón «va en serio»

Por Redacción

Joaquín Sabina dio anoche en Gijón el que hasta ahora es el último concierto de la que será su última gira, ‘Hola y adiós’, y lo hizo declarando, ya de entrada, que Gijón ha sido de las ciudades «más importantes» en su carrera porque en ella «siempre» fue «bienvenido» y encontró «un público muy cómplice».

Arrancó su recital cuando aún no había anochecido completamente y recordando que había acudido en muchas ocasiones a la Semana Negra, algunas de ellas junto a su amigo y «grandísimo poeta asturiano» Ángel Gónzalez. Tras esas palabras, aquel «público cómplice» ya había hecho ‘asturiano’ al de Úbeda coreando su nombre: «Xuacu, Xuacu, Xuacu».

El artista interpretó sobre el escenario del Gijón Life una letra que compuso precisamente junto con González en una visita de ambos a la Semana Negra: «Qué noches de callejón sin salida; derroche, Asturias, patria querida. Mi coche vuela en dirección prohibida, rumbo a la Semana Negra, que le alegra el corazón a Gijón».

Sabina llegó al parque Hermanos Castro después de casi medio centenar de conciertos y medio año girando por países como México, Argentina, Chile, Perú, Uruguay o Estados Unidos. En España ha tocado ya varias veces en Madrid y también en Zaragoza, Pamplona, Málaga, Murcia o Alicante, entre otras. Los agoreros que presagiaban cancelaciones por agotamiento o incidencias varias como las que ocurrieron en épocas pasadas –algunos aún recuerdan la cancelación de 2005 en el Jovellanos por problemas en la voz– deben permanecer callados por el momento. El de Úbeda tiene bastantes citas más a lo largo del verano y el otoño hasta su último, ultimísimo, concierto, que está previsto, con entradas agotadas –evidentemente– para el 30 de noviembre en Madrid.

Si no hubiera sido porque a estas alturas de la gira casi todos sabíamos que empieza los conciertos con la última de sus canciones, ‘Un último vals’, nos habría parecido un tanto extraño comenzar por lo que parece un final pero, no hay que olvidar que esto, desgraciadamente, es el principio del fin. «Lo es, lo es», reiteró él mismo cada vez que tuvo ocasión.

A ella le siguieron ‘Lágrimas de mármol’, la tal vez autobiográfica ‘Lo niego todo’ o ‘Mentiras piadosas’. Si en el cancionero de Sabina todos podemos encontrar estrofas que reflejan cual espejo momentos de nuestra vida, cuando sonó ‘Ahora que’ muchos volvimos a recordar aquel momento en el que el mundo estuvo «recién pintado» o cuando «una pensión» nos parecía «un palacio».

Al igual que en los conciertos de la gira anterior y en los casi 50 que lleva de ésta, Joaquín ya no es tan rockero, apenas se levanta del taburete y recurre al autocue para leer las letras y hasta las presentaciones pero a casi nadie parece importarle. Se le quiere tanto que pocos son los que no le perdonan su voz ajada por los Ducados.

Seamos conscientes de que tampoco es que su público hubiera aguantado la noche dando saltos. Mucho más homogéneo que en otras ciudades como Madrid, el 90 por ciento ronda esa denominada ‘mediana edad’ que, trasladada a un concierto, debe ser que uno lo da todo en los coros y en el movimiento de hombros pero, lo de ponerse de pie y bailar…

De hecho, fue el propio Joaquín el que agradeció en varias ocasiones la ayuda del público «en los coros», muy palpables en estribillos muy conocidos como los de ‘Calle Melancolía’, ‘Quién me ha robado el mes de abril’ o ’19 días y 500 noches’.

A ellas les siguieron temazos como ‘Más de cien mentiras’, con la que aprovechó para presentar a su banda. Más de uno echa de menos a Pancho Varona mientras otras enloquecen con el saxo del aragonés Josemi Sagaste.

Tras ella, es el momento en el que Joaquín se toma el primer descanso de la noche para ceder el testigo a Mara Barros, que derrocha potencia en ‘Y si amanece por fin’. Jaime Asúa, por su parte, le pone voz, después, a la rockera ‘Pacto entre caballeros’.

Con ‘Donde habita el olvido’, ‘Peces de ciudad’ y ‘Una canción para la Magdalena’ el concierto parece tomar un rumbo (aún) más tranquilo. Después, palabras para la inolvidable Chavela Vargas en ‘Por el bulevar de los sueños rotos’ hasta llegar a la copla de ‘Y sin embargo’. Con el vals ‘Y nos dieron las diez’ el público gijonés parece sentirse más identificado y la emoción sube cuando el artista recuerda aquella fugaz historia que ocurrió «en un pueblo con mar, una noche, después de un concierto».

A esas alturas de la noche ya nadie duda de que el momento del adiós está, irremediablemente, cada vez más cerca y en los bises, Antonio García de Diego ejecuta ‘La canción más hermosa del mundo’ que, a juicio de esta cronista y de cualquiera que haya tenido «un alma en almoneda», no es solo un título sino una realidad irrefutable.

Las míticas ‘Contigo’ y ‘Princesa’ también han quedado para esta última parte del concierto, antes de que llegue el habitual cierre con ‘La canción de los (buenos) borrachos’. Es el momento de irse, y muchos, «con el corazón en los huesos», nos quedamos «ladrando a las puertas del cielo».

Nos queda el consuelo de que, al menos, vivimos para cantarlo y nos vamos a casa pensando en que, si el maestro se aviene a rectificar eso de que ésta es su última gira, no seremos nosotros los que nos opongamos. Si no es en otro concierto, que nos veamos sobre las tablas del Campoamor un octubre próximo, Joaquín.

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