La Associació de la Producció Agrària Ecològica de Mallorca (Apaema) y la Fundació Iniciatives del Mediterrani (FIM) han puesto en valor el papel de los créditos agrícolas regenerativos como una «herramienta definitiva» que permita alinear de los intereses del sector servicios y el primario».
Así lo ha asegurado el presidente de la FIM, Joe Holles, durante la mesa redonda ‘Campesinado y cambio climático: compensaciones por captación de carbono’, que se ha desarrollado en el Estudi General Lul·lià en el marco de la XVIII Fiesta de la Agricultura Ecológica.
La mesa redonda ha estado moderada por el propio Holles y en ella ha participado el conseller de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Joan Simonet, el jefe de negociado del Servicio de Cambio Climático y Atmósfera, Tomeu Canals, el CEO de True World, Marco Mendoza, y la profesora titular de Ecología a la UIB, Elena Baraza.
El objetivo de la mesa redonda ha sido abordar el papel y las potencialidades de la agricultura ecológica en la lucha contra la crisis climática, a través de la fijación de carbono mediante prácticas regenerativas.
En ese sentido, se incluye la creación de una línea adicional e innovadora de ingresos para la actividad agrícola como es la compensación de la huella de carbono de las empresas. Se trata de los llamados créditos agrícolas regenerativos, que son mecanismos que permiten recompensar al sector primario por sus prácticas sostenibles y beneficiosas para el medio ambiente con aportaciones económicas voluntarias del sector empresarial.
Durante la mesa redonda se ha remarcado la importancia de no confundir los créditos agrícolas regenerativos con los créditos de carbono.
«Hoy en día muchas empresas baleares buscan compensar su huella de carbono con inversiones en créditos de carbono convencionales, a menudo con poca conexión con el territorio y un impacto difícil de verificar», ha explicado Holles.
Por eso, ha explicado que a la fundación le ha parecido «interesante» abrir este diálogo y empezar a hablar de créditos «ecosistémicos, holísticos o regenerativos», puesto que tienen en cuenta no solo la aportación a la captación o fijación de carbono de la atmósfera, sino también «la agricultura, la biodiversidad, el patrimonio, la sociedad o la economía local».
Por su parte, el director técnico de Apaema, Nofre Fullana, ha resaltado el trabajo de los productores ecológicas de Mallorca, que «a menudo aplican prácticas que van mucho más allá de lo que marca el reglamento de agricultura ecológica, con un fuerte compromiso ambiental y social».
Fullana ha remarcado que, a pesar de esto, estos productores tienen que asumir costes añadidos para «certificarse» y hacer frente a una «carga administrativa elevada».
«Es fundamental encontrar maneras para que estas personas puedan continuar con su actividad, reciban un reconocimiento real por los servicios ambientales que aportan y tengan condiciones de vida dignas. Esto no solo favorecería el relevo generacional, sino también la estabilidad y viabilidad de muchos proyectos que hoy se encuentran en una situación frágil», ha concluido.
Holles ha indicado que la FIM hace años que investiga la metodología para implementar los créditos agrícolas regenerativos a las especificidades del campo mallorquín, al desarrollar proyectos piloto en fincas de la Serra de Tramontana, adaptar las iniciativas europeas a la realidad balear y priorizar cultivos autóctonos como el olivar».
Así, ha reclamado apostar por estos préstamos para dar una oportunidad a la industria turística de «contribuir a regenerar el mismo entorno natural y cultural donde desarrolla su actividad económica».