La misa por la festividad de Santa Devota ha estado marcada por la ausencia del príncipe Alberto, de 64 años. Sin embargo, en un gesto inesperado, el soberano apareció con mascarilla junto a su mujer, la princesa Charlene, y sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, en el balcón del Palacio principesco para saludar a los ciudadanos. Esta semana se conocía el nuevo positivo en coronavirus del monarca -es la tercera vez que lo padece-, lo que le obligó a cancelar su asistencia a diversos compromisos como la gala del 45 Festival Internacional del Circo de Montecarlo (sí estuvo con sus hijos y sobrinos viendo algunas funciones) y por supuesto algunos de los actos previstos con motivo de la festividad de la patrona. Además de no poder ir a la eucaristía en honor a la santa, una de las importantes citas previstas estos días, tampoco ha podido celebrar con su esposa Charlene su cumpleaños el pasado 25 de enero. Así, ha sido la princesa Charlene la que en solitario y sin la presencia de los Grimaldi la que ha presidido esta misa.
En este acto religioso por Santa Devota, presidida por primera vez por la Princesa, Charlene no se ha sentado en los bancos que tradicionalmente se diponen a los laterales del altar para la familia Principesca en eucaristías tan importantes como estas. Charlene ha optado por ocupar la primera fila de la bancada, como una invitada más.
Ha llamado la atención que ninguno de los miembros de primer nivel de la familia Grimaldi, como sus cuñadas las princesas Carolina y Estefanía o alguno de sus sobrinos, la haya acompañado a este acto, al que otros años sí han estado presentes arropando al monarca. Tan solo la esperaba Melanie-Antoinette Costello de Massy, prima en segundo grado del soberano ya que es la nieta de la única hermana que tuvo el príncipe Raniero.
Para la ceremonia religiosa, charlene de Mónaco ha optado por la sobriedad y por el gris, uno de los colores, junto con el negro y blanco que más suele usar, con un conunto compuesto por falda de vuelo con bajo asimétrico, chaqueta de tipo americana, jersey de cuello alto, botas altas de tacón al tono de ante y guantes oscuros.
Una aparición inesperada
Tras la misa, la princesa Charlene se ha trasladado al Palacio Grimaldi donde se ha producido la sopresa de la jornada cuando se ha visto al príncipe Alberto. La Princesa ha salido a saludar con sus dos hijos y con su marido, que llevaba mascarilla blanco con las gomas rojas (los colores del Principado), debido a haberse infectado de Covid, y no lucía sus características gafas, quizá para evitar que los cristales se le empañasen con el vaho producido por la respiración.
Los pequeños de Palacio han vuelto a ser los otros protagonistas de este acto, que en esta ocasión ha tenido un toque muy sobrio. Jacques ha llevado un jersey de cuello vuelto blanco y abrigo oscuro, mientras que su hermana ha lucido un abrigo en verde oscuro. Los niños, al igual que sus padres se han santiguado y el príncipe Alberto ha querido saludar a la muchedumbre que le aguardaba en el patio de Palacio.
Supliendo la ausencia de su marido, la Princesa y sus hijos honraron este jueves por la nohe a Santa Devota donde participaron de la tradición de prender la llama de la hoguera con la que se incendia la barca en honor de la guardiana de Mónaco. A pesar de este protagonismo de estos últimos días, la última vez que se vio a la princesa Charlene, de 45 años, en un acto oficial fue principios de este mes de enero, en el funeral del arzobispo Bernad Basi, religioso que mantenía una estrecha conexión con los Grimaldi. Ha sido la gran ausente en las despedidas de Max de Baden y Constantino de Grecia II, porque, como apuntaba el hijo del fallecido Rainiero, la recuperación es un proceso largo. Aunque la exnadadora olímpica ha retomado casi por completo su agenda de compromisos oficiales después de estar retirada de la vida pública, en ocasiones no se encuentra del todo bien como apuntó su marido. «Está aún cansada, hay que dejarle todavía tiempo para que se recomponga, estoy seguro de que lo hará». La última vez que la princesa Charlene asistió a la festividad de Santa Devota fue en 2021.
El año pasado estuvo Nicole Coste, madre del hijo de Alberto de Mónaco
Ya el pasado año también hubo una significativa ausencia, pues Charlene, tras varios meses alejada de la vida pública del Principado (estuvo un tiempo ingresada en un centro donde se recuperaba física y mentalmente), no asistió a la tradicional festividad. Fue Alberto, acompañado por sus hijos Jacques y Gabriella, además de su hermana Carolina y Louis Ducruet, su sobrino, quien presidió la quema de la barca que se suele hacer cada 26 de enero. A la misa del día siguiente asistieron también Alberto y Carolina. Sorprendentemente se unió a ellos Nicole Coste, la madre de Alexander, el hijo del jefe de Estado monegasco, que acudía vestida de blanco a la catedral del Principado.
Su presencia fue especialmente inesperada por el momento en el que se producía. No era la primera vez que participaba en algún evento en Mónaco, pero este tuvo lugar tan solo unos meses después de sus polémicas palabras sobre la princesa Charlene que enfurecieron a Alberto de Mónaco. La exazafata togolesa siempre ha mantenido una gran discreción en lo que se refiere a su relación con el Príncipe, pero rompió su silencio en septiembre de 2021 con unas incendiarias declaraciones en las que, si bien alababa el comportamiento que siempre han tenido los Grimaldi con su hijo, que ya tiene 18 años, se mostraba muy crítica con la actitud de Charlene.
Una de las acusaciones que vertió sobre la Princesa es que en una ocasión, cuando aún estaba comprometida, había cambiado a su hijo de habitación y le había instalado en la de los empleados aprovechando al ausencia del padre del niño. El hijo de Rainiero de Mónaco se mostró especialmente molesto por estas declaraciones que calificó de «inapropiadas» y reprochó a su ex que no le hubiera contado previamente el contenido de la entrevista.
La historia de Santa Devota cuenta que fue martirizada en 304 en Córcega y se ordenó que se quemara su cuerpo, pero unos cristianos consiguieron huir con él para darle sepultura. Uno de los símbolos más impresionantes de esta cita es el momento tras la ceremonia religiosa en el que prenden fuego a la barca en el puerto de Hércules, una práctica que reinstauró Luis II de Mónaco durante su tiempo como príncipe soberano. Desde que Jacques y Gabriella son algo mayores, son ellos los encargados de encender la llama, continuando con una de las tradiciones más curiosas del Principado. Después de esta ceremonia los fuegos artificiales suelen iluminar el cielo de la ciudad en un impresionante espectáculo pirotécnico.
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