El paleontólogo colombiano del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical Carlos Jaramillo ha precisado que el planeta «no necesita ser salvado» pues existe desde hace miles de millones de años y ha advertido de que el problema es la supervivencia del ser humano.
Así lo ha avisado en el marco del XX Congreso Internacional de Botánica (IBC Madrid 2024), que se celebra en IFEMA Madrid, durante el cual ha presentado sus hallazgos sobre la evolución de los bosques tropicales y su visión científica en relación con algunos factores del cambio global como el clima, la deforestación o la contaminación.
Jaramillo ha explicado que, a escala geológica, el cambio en el clima no es nada nuevo y ha recordado que, durante los últimos cientos de millones de años la Tierra ha experimentado tantos periodos de calentamiento como de enfriamiento, y la fauna y la flora se han adaptado a esas transformaciones.
Tal y como ha destacado el investigador, los aumentos históricos en la temperatura del planeta se asocian a una expansión de los bosques por todo el planeta. Sin embargo, ha advertido de que, actualmente, el planeta se enfrenta a un aumento de temperatura a una velocidad nunca vista que, probablemente, tendrá consecuencias durante los próximos 5.000 años.
A ello se suman, además, otros factores de cambio global, como la degradación o destrucción del hábitat por efecto de la contaminación o la deforestación, según ha añadido. «Las plantas tienen mecanismos que les permiten adaptarse a climas más cálidos, pero por más maquinaria genética que tenga, un árbol no puede competir con un hacha», ha subrayado.
Esas dos fuerzas, según ha puntualizado, la expansión de los bosques y la deforestación, están opuestas la una a la otra y, «por ahora va ganando la segunda, algo derivado completamente de decisiones locales y globales en todos los bosques del mundo».
Además, a la cuestión de salvar el planeta, Jaramillo ha expuesto que, aunque se piense que «el planeta está pidiendo ser salvado, no necesita ser salvado porque la vida en el planeta existe desde hace miles de millones de años y seguirá existiendo por otros miles de millones más». «El problema es para nosotros, para nuestra supervivencia», ha puntualizado.
En este sentido, ha indicado que el Homo sapiens apareció hace 250.000 años y que, teniendo en cuenta que suelen pasar unos 3 millones de años desde la aparición de una especie hasta su extinción, el Homo Sapiens apenas lleva un diez por ciento de su historia potencial, pero ya se enfrenta a problemáticas ambientales que ponen en grave riesgo su supervivencia.
«Los 200.000 años de la especie humana ocupan un centímetro en el registro geológico. Los 200 años que han pasado desde la revolución industrial son apenas un milímetro de roca», ha explicado el científico para añadir que «un paleontólogo que mirase el registro fósil dentro de 30 millones de años apenas sabría que llegamos a existir, aunque probablemente sí podría observar una ingente cantidad de especies que se extinguieron en ese momento temporal».
Por otro lado, sobre la evolución de los bosques tropicales, el experto ha explicado que hace 65 millones de años, al final del período Cretácico, un meteorito de unos 12 kilómetros de diámetro impactó en la península del Yucatán, liberando enormes cantidades de carbono a la atmósfera y desencadenando un evento de extinción masiva.
Según ha puntualizado el científico, a pesar de la gran pérdida de biodiversidad, este suceso fue una oportunidad para que las angiospermas (plantas con flor) comenzaran a desarrollarse rápidamente, superando en poco tiempo a las gimnospermas (sin flor) en cuanto a número, densidad y distribución geográfica, comenzando a desarrollarse los densos bosques tropicales del continente sudamericano.
La reconstrucción de estos procesos es posible gracias al trabajo de Carlos Jaramillo y su equipo, que recopilan muestras contenidas en el registro fósil y, especialmente, en el registro polínico ya que los granos de polen son capaces de permanecer mucho tiempo en el ambiente, son muy resistentes y pueden depositarse sobre los sedimentos de los lagos o los suelos. Por ello, el científico colombiano ha concluido que «mirando el polen puede conocerse el ecosistema entero».