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La comida; un refugio para calmar las emociones según la psicóloga Cristina Jiménez

Por Redacción

La comida cubre una de las necesidades básicas, alimenta. Pero no solo nutre el cuerpo, sino también es un maestro que satisface otros aspectos de la vida.

La relación que se tiene en los primeros años de vida con la comida puede determinar su uso para obtener placer, satisfacción, diversión o unión, entre otras. Sin embargo, en ocasiones también puede resultar ser un factor protector ante situaciones incómodas o dolorosas. Este intento de compensar el malestar haciendo uso de la comida como único o principal recurso para el alivio, puede ser perjudicial para la salud emocional, física, mental y social a largo plazo.

Desde este enfoque, la psicología de la alimentación ayuda a comprender la relación que se tiene con la comida. 

Tiene en cuenta desde los hábitos de alimentación hasta el contexto sociocultural, familiar, relacional, y también el cuerpo y la conducta.

Y cómo todo ello repercute en la manera de elegir ciertos alimentos y relacionarse con ellos. Esta especialidad es trabajada por psicólogos como Cristina Jiménez en psicoterapias online y presenciales.

¿Cómo funciona la comida como refugio para calmar las emociones?

La relación con la comida comienza en el vientre materno y permanece a lo largo de la vida. Mientras el bebé es alimentado por la madre, este siente afecto, seguridad, protección y pertenencia. Desde ese momento empieza a gestar su vínculo con la comida. Este punto es importante para entender que comer es una forma de satisfacer las necesidades tanto físicas como emocionales.

El acto de comer libera un torrente de hormonas como serotonina, la oxitocina y la dopamina, lo que significa que comer sienta bien. Además, la dopamina activa el circuito de recompensa creando una asociación entre comer y las emociones agradables que siente la persona al hacerlo, lo que le lleva a querer más y más. De forma que desde pequeños se integra que comer ayuda a manejar sensaciones y emociones difíciles. A esto se le conoce como hambre emocional, es decir, cuando se come motivados por las sensaciones que transmite el alimento.

Si la persona usa la comida para calmarse no es porque no tenga fuerza de voluntad, sino porque le ha funcionado en algún momento y le ha dado la calma que necesitaba, “le salvó”.

Así su circuito neuronal queda fortalecido y su sistema aprende a que la comida es válida. El objetivo del hambre emocional no es saciar, sino regular. De esta manera, la comida se convierte en un refugio o un consuelo ante una situación que se percibe como desagradable o amenazante. Esto explica el motivo por el que no hay que darle una connotación negativa ni ver el hambre emocional como una enemiga. El problema es cuando se usa la comida como único recurso para regularse y aliviar el malestar.

Formas de escuchar y satisfacer el hambre emocional por medio de la psicología

Tempranamente, se ha integrado que la comida es un gran co-regulador, un apoyo externo que ayuda a calmarse. En este sentido, una psicóloga especializada en la alimentación, adopta este papel de figura de apoyo con el objetivo de ayudar a la persona a identificar las causas del sufrimiento, reconocer y expresar las emociones y a integrar otros recursos más saludables para aliviar el malestar. 

La psicóloga Cristina Jiménez ofrece un servicio especializado de psiconutrición cuyo foco es conocer el vínculo con la comida y fortalecerlo hacia una dirección de autocuidado con el objetivo de integrar otros recursos que sean funcionales para que la persona pueda autorregularse.

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