La sequía provocó la invasión de Atila que llevó al fin de Roma

La sequía provocó la invasión de Atila que llevó al fin de Roma

Los hunos emigraron hacia el oeste a través de Eurasia, cambiaron agricultura por pastoreo y se convirtieron en violentos asaltantes del Imperio Romano en respuesta a la sequía en la actual Hungria.

Es la conclusión de un estudio publicado por Journal of Roman Archaeology, que sostiene que las sequías extremas de los años 430-450 de la era cristiana –con Atila como líder huno– alteraron el modo de vida en las provincias fronterizas del Danubio del Imperio Romano de Oriente, obligando a los pueblos hunos a adoptar nuevas estrategias para «amortiguar los graves problemas económicos».

Los autores, la profesora asociada Susanne Hakenbeck, del Departamento de Arqueología de Cambridge, y el profesor Ulf Büntgen, del Departamento de Geografía de la misma universidad, llegaron a sus conclusiones tras evaluar una nueva reconstrucción hidroclimática basada en anillos de árboles, así como pruebas arqueológicas e históricas.

Las incursiones de los hunos en Europa central y oriental en los siglos IV y V d.C. se consideran desde hace tiempo la crisis inicial que desencadenó las llamadas «grandes migraciones» de «tribus bárbaras», que condujeron a la caída del imperio romano. Pero no está claro de dónde procedían los hunos ni cuál fue realmente su impacto en las provincias romanas tardías.

Los nuevos datos climáticos reconstruidos a partir de los anillos de los árboles por el profesor Büntgen y sus colegas proporcionan información sobre los cambios anuales del clima en los últimos 2000 años. Demuestran que Hungría experimentó episodios de veranos inusualmente secos en los siglos IV y V. Hakenbeck y Büntgen señalan que las fluctuaciones climáticas, en particular los periodos de sequía entre el 420 y el 450 de nuestra era, habrían reducido el rendimiento de los cultivos y los pastos para los animales más allá de las llanuras aluviales del Danubio y el Tisza.

Según explicó Büntgen en un comunicado, «los datos de los anillos de los árboles nos brindan una oportunidad increíble para relacionar las condiciones climáticas con la actividad humana año por año. Descubrimos que los periodos de sequía registrados en las señales bioquímicas de los anillos de los árboles coincidían con una intensificación de la actividad de incursión en la región».

Recientes análisis isotópicos de esqueletos de la región, entre ellos los de la Dra. Hakenbeck, sugieren que los pueblos hunos respondieron al estrés climático migrando y mezclando dietas agrícolas y pastoriles.

Según Hakenbeck, «si la escasez de recursos se volvía demasiado extrema, las poblaciones asentadas podían verse obligadas a desplazarse, diversificar sus prácticas de subsistencia y alternar entre la agricultura y el pastoreo de animales móviles. Éstas podrían haber sido importantes estrategias de seguro durante un empeoramiento climático».

Pero el estudio también sostiene que algunos pueblos hunos cambiaron radicalmente su organización social y política para convertirse en violentos incursores.

Los ataques de los hunos a la frontera romana se intensificaron tras la llegada al poder de Atila a finales de la década de 430. Los hunos exigían cada vez más pagos en oro y, finalmente, una franja de territorio romano a lo largo del Danubio. En 451 d.C., los hunos invadieron la Galia y un año después el norte de Italia.

Tradicionalmente, los hunos han sido considerados bárbaros violentos movidos por una «sed infinita de oro». Pero, como señala este estudio, las fuentes históricas que documentan estos acontecimientos fueron escritas en primer lugar por romanos de élite que tenían poca experiencia directa con los pueblos y acontecimientos que describían.

«Las fuentes históricas nos dicen que la diplomacia entre romanos y hunos era extremadamente compleja», afirma la doctora Hakenbeck. «Al principio se trataba de acuerdos mutuamente beneficiosos, que permitían a las élites hunas acceder a grandes cantidades de oro. Este sistema de colaboración se rompió en la década de 440, lo que provocó incursiones regulares en tierras romanas y un aumento de la demanda de oro».

INCURSIONES QUE COINCIDÍAN CON VERANOS MUY SECOS

El estudio sostiene que, si la datación actual de los acontecimientos es correcta, las incursiones hunas más devastadoras de los años 447, 451 y 452 d.C. coincidieron con veranos extremadamente secos en la cuenca de los Cárpatos.

Según Hakenbeck, «el trastorno económico inducido por el clima puede haber obligado a Atila y a otros de alto rango a extraer oro de las provincias romanas para mantener las bandas de guerra y las lealtades entre las élites. Los antiguos pastores de animales a caballo parecen haberse convertido en asaltantes».

Las fuentes históricas describen a los hunos de esta época como un grupo muy estratificado con una organización militar difícil de contrarrestar, incluso para los ejércitos romanos.

El estudio sugiere que una de las razones por las que los hunos atacaron las provincias de Tracia e Ilírico en 422, 442 y 447 d.C. fue la adquisición de alimentos y ganado, más que de oro, pero acepta que se necesitan pruebas concretas para confirmarlo. Los autores también sugieren que Atila exigió una franja de tierra «de cinco días de viaje» a lo largo del Danubio porque podría haber ofrecido mejores pastos en tiempos de sequía.

En palabras de Hakenbeck, «el clima altera lo que el entorno puede ofrecer y esto puede llevar a la gente a tomar decisiones que afectan a su economía y a su organización social y política. Tales decisiones no son sencillamente racionales, ni sus consecuencias son necesariamente acertadas a largo plazo».

«Este ejemplo de la historia muestra que las personas responden al estrés climático de forma compleja e impredecible, y que las soluciones a corto plazo pueden tener consecuencias negativas a largo plazo».

En la década de 450 de nuestra era, apenas unas décadas después de su aparición en Europa central, los hunos habían desaparecido. El propio Atila murió en 453.


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