París, su Torre Eiffel y el jardín de las Tullerías prendieron la llama de los Juegos de 2024 tras el espectacular camino fluvial por el río Sena de los deportistas, convertido en un lienzo sobre el que la Capital de la Luz exhibió su acervo cultural, arquitectónico y artístico atravesando sus muchos lugares emblemáticos.
El Louvre, Los Inválidos, Notre Dame y Rafa Nadal. El tenista español, 14 veces campeón de Roland Garros, fue uno de los últimos portadores de la antorcha olímpica, recogida de manos de Zinedine Zidane. El fuego olímpico se instaló en las Tullerías, de mano en mano de célebres deportistas franceses, hasta prender un aro de siete metros bajo un globo de otros 30 que se alzó al cielo.
La artista Celine Dion puso el broche cantando ‘L’Hymne à l’amour’ en el balcón de la Torre Eiffel, tras cuatro horas de un evento sin precedentes, que salvó el desafío bajo fuertes medidas de seguridad, más allá de la lluvia. «Los Juegos de París serán los más jóvenes, más inclusivos, más urbanos y más respetuosos. Serán los primeros con una paridad total de hombres y mujeres», subrayó el presidente del COI, Thomas Bach, en su discurso inaugural de los Juegos del agua y de los récords, los que quiere lograr España batiendo su plusmarca de las 22 medallas de Barcelona’92.
Los bulevares, muelles y el curso del Sena, desde el inicio del ‘desfile’ en el Puente de Austerlitz, junto al Jardin des Plantes, se convirtieron en la mayor grada olímpica de la historia, rebosante con 326.000 espectadores -222.000 de ellos con entrada gratuita-, en la primera ceremonia de apertura de los Juegos fuera del estadio.
A bordo de 85 embarcaciones, los olímpicos de las 206 delegaciones fueron aclamados desde el gradería como los gladiadores de la antigua Roma, en un recorrido de cerca de 6 kilómetros que la flota completó hacia el oeste pasando por debajo de puentes históricos como el de Alejandro III, declarado Patrimonio de la Humanidad y que une Los Inválidos, el Grand y Petit Palais.
Junto al arco de la contrarreloj de este sábado, desde la tribuna de prensa a los pies de la Torre Eiffel, dos de las 80 pantallas gigantes instaladas en el recorrido enmarcaban la imponente torre de hierro más universal, mientras que 400 bailarines de los 3.000 artistas llenaban de cabriolas el ‘decorado’ y desafiaban a una lluvia empeñada en emborronar el espectáculo urbano y clásico concebido por el director y actor francés Thomas Jolly.
«Enchanté, synchronicité, liberté, égalité, fraternité, sororité, sportivité, festivité, obscurité, solennité, solidarité, éternité», fueron las 12 pinturas artísticas que representó la ceremonia. Doce paradas: encanto, sincronía, libertad, igualdad, fraternidad, hermandad, deportividad, festividad, oscuridad, solemnidad, solidaridad y eternidad hacia el corazón de París.
La icónica torre parecía guardar el mayor secreto de esta ceremonia, el de un enmascarado con la antorcha olímpica que siguió el desfile por los tejados de París, cruzando el Sena en tirolina e hilando los distintos temas de una espectacular retransmisión que empezó con el exfutbolista Zidane cediendo la anotorcha a unos niños y a este enmascarado, quienes aparecieron ya en el Sena.
A partir de ahí empezó el desfile de embarcaciones, de equipos olímpicos, encabezados como marca la tradición por Grecia. Thomas Bach, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, encabezaron el palco de autoridades en Trocadéro, y la expresión «Ça ira» (‘todo irá bien’) culminó el prólogo, aceptando, además del reto deportivo, el desafío en materia de seguridad que planteaba este día.
EL MOMENTO DE ESPAÑA EN EL SENA
España, esta vez por la ‘E’ (Espagne) y no por la ‘S’ (Spain en inglés), apareció pronto en el Sena, en un barco que compartió con Estonia. Támara Echegoyen, regatista olímpica que ganó oro en Londres 2012, y Marcus Cooper, piragüista que obtuvo el oro en Rio 2016 y plata en Tokio 2020, disfrutaron de su momento de abanderados aunque entre el resto de los deportistas nacionales.
Los hombres, vestidos con americana roja, con corte y cuello clásico, elaborada a partir de tejido reciclado, y chaqueta, polo y falda midi plisada para las atletas olímpicas, ambos de Joma, en una nueva uniformidad inspirada en el clavel. Entre los ‘looks’, como se esperaba, causó furor Mongolia por sus intrincados bordados y sus siluetas tradicionales, y también Brasil y Guatemala.
El contraste musical acompañó a los deportistas y no sólo porque del «vamos, vamos Argentina» del barco albiceleste se escuchó la entrada triunfal de Lady Gaga, en una escalinata inspirada en el Grand-Palais, interpretando ‘Mon Truc en Plumes’. Después, algo de Moulin Rouge y la mezzosoprano Marina Viotti, que canalizó el fervor del segmento ‘Liberté’ y aderezado con mucho fuego y rock.
El portador o la portadora anónima de la antorcha encontró en el Pont-Neuf a Martin Fourcade, el mejor deportista olímpico francés, y Michael Phelps, dueño de 23 medallas, custodiando el cofre de los metales que repartirá Paris 2024 hasta uno de los barcos. Cientos de bailarines aparecieron en distintos edificios, con la estrella local Guillaume Diop, en la azotea del Ayuntamiento.
Hubo guiño a la literatura francesa, sonando las campanas de la catedral de Notre-Dame, con una silueta referencia a Quasimodo, de la emblemática obra de Victor Hugo. En el Pont des Arts, puente que une el Instituto de Francia con el Museo del Louvre, uniendo el mundo académico y el de las artes, actuaron juntos Aya Nakamura y la orquesta de la Guardia Republicana Francesa.
Despareció la Mona Lisa, pero la encontraron los Minions, sonó La marsellesa en otra pausa del desfile, con el izado de la bandera francesa en el Trocadero. Con el himno nacional hubo reconocimiento a 10 mujeres francesas célebres de la historia, con la noche ya cayendo y el agua decidida a acompañar hasta el final.
Fue un diluvio lo que jarreó, pero no impidió la «festividad y la oscuridad», entre música y baile sobre una barcaza, después de que la delegación de Francia cerrase ya el desfile de deportistas, con Florent Manaudou (natación) y Melina Robert-Michon (atletismo) como abanderados, aunque ese rol pasó algo desapercibido a bordo.
RAFA NADAL, PROTAGONISTA JUNTO A LOS GRANDES
La penumbra dio paso al ‘Imagine’. En una barcaza flotante en el Puente de Iéna, Victor Le Masne, director musical de la ceremonia, creó un tema musical para evocar las inquietudes de los jóvenes y llamar a la paz y la «solidaridad». Apareció entonces una caballo de metal y una amazona, Floriane Issert, suboficial de la gendarmería, con la bandera olímpica de capa, la cual llevó hasta la explanada frente a la Torre Eiffel.
Allí, con el resto de banderas de países, llegó el momento del protocolo, de los discursos y la inauguración de manera oficial por parte de Macron. Entonces, volvió a aparecer Zidane y recogió la antorcha que le había dado cuatro horas antes a un enmascarado que finalmente no hizo falta descubrir. El exfutbolista protagonizó un encuentro inolvidable, sobre todo para los españoles, con la aparición estelar de Rafa Nadal.
El de Manacor agarró la antorcha para subirse en una lancha junto a Serena Williams, Carl Lewis y Nadia Comaneci. Aún con el diluvio y de vuelta al Sena, la antorcha la recogió Amélie Mauresmo, después Tony Parker, y así una veintena de grandes figuras de la élite del deporte francés. El último de los doce cuadros de la velada, «Eternidad», reveló el último secreto. El judoca Teddy Riner y la exatleta Marie-José Perec encendieron el monumental pebetero. Francia aprovechó la belleza de París y ésta correspondió.