El Museo Sorolla inaugura este martes 24 de enero la exposición ‘¡Sorolla ha muerto! ¡Viva Sorolla!’ en la que indaga sobre los días posteriores a la muerte del autor valenciano y que incluye algunas piezas inéditas como una máscara mortuoria o la obra inacabada ‘Retrato de Mabel Rick’.
Comisariada conjuntamente por el departamento de documentación del Museo Sorolla, esta exposición se organiza en la sala I a través de cuatro secciones: ‘Una fina y templada mañana’, ‘La luz que se apaga’, ‘¡Sorolla ha muerto! ¡Viva Sorolla!’ y ‘El pintor inmortal’.
En cada una se exhibe una selección de fondos documentales de muy variado formato: fotografía antigua, correspondencia, o noticias de prensa de la época, entre otros.
Junto a esta selección de documentos se expone el ‘Retrato de Mabel Rick, Señora de Pérez de Ayala’, última obra de Sorolla, que dejó inacabada al sufrir mientras lo pintaba la hemiplejía que le apartaría definitivamente del trabajo.
A esta obra se suman dos esculturas, una de ellas inédita: la máscara funeraria que el escultor y amigo Mariano Benlliure realizó en su lecho de muerte y la mano del pintor esculpida por Ricardo Causarás.
Esta última, hecha por Ricardo Causarás tras vaciar en yeso la mano derecha del pintor, es la única pieza cedida al museo, por parte del Ayuntamiento de Valencia.
La muestra se completa con una original publicación científica en forma de periódico de época, que reúne una selección de artículos sobre Sorolla publicados en la prensa entre 1920 y 1933 y una serie de breves ensayos escritos por las comisarias que contextualizan y clarifican lo sucedido.
Una de las comisarias de la muestra, Blanca de la Valgoma, ha explicado que la exposición recopila las páginas de los periódicos «más importantes» de la época con las fotos del funeral de Sorolla. Entre los personajes ilustres, su mujer Clotilde a los pies de su tumba o sus propios hijos.
El 10 de agosto de 1923, fecha de la muerte del pintor, se habilitó un tren especial entre Madrid y Cercedilla para la gente que quería presentar sus respetos a la figura del fallecido.
Por ejemplo, el ilustre periodista Alfonso, quien además fotografía el cadáver de Sorolla en el ataúd consiguiendo una de las fotos más famosas del momento — y que también se expone en la muestra–.
También se organizó una comitiva ilustre que acompañó el féretro de Madrid a Valencia, donde se le otorgó el tratamiento por parte del Gobierno de Capitán General y donde los artistas valencianos querían llevar a hombros el cuerpo de Sorolla a modo de homenaje. «Su memoria cada vez fue haciéndose más grande a su muerte», ha recordado la comisaria.
Asimismo, el Instituto de París le dedicó a los tres meses de su muerte un acto homenaje, mientras que en Sevilla, al año, los Jardines de las Delicias ya contaban con un monumento del pintor valenciano.
Otra cosa distinta fue en su tierra natal, donde el escultor Mariano Benlliure protestó por «la ingratitud y tardanza» en reconocer su figura.
«Se tardó mucho y al final se puso una escultura en la Malvarrosa, que ya no está tras ser arrastrada por un golpe del mar», ha señalado la comisaria.
También la Real Academia de Bellas Artes le hizo su particular homenaje, al leer el borrador de su discurso de ingreso que nunca pudo leer debido a los ajetreados últimos años de vida.
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